La Reflexión

Relaciones Públicas … y Privadas.


     ¡Que desgastado esta el concepto de relaciones públicas! Para muestra basta ver, si el asco lo permite, los noticieros televisivos para primero indignarse, luego irse acostumbrando, y lamentablemente hasta final, dar por sentado el tipo de gobernantes y empresarios que en ellos figuran.


     Y es que, efectivamente, las grandes y complicadas estrategias prácticas profesionales de las relaciones públicas, las horas y horas de diseño para proyectar la imagen de una persona, empresa o institución son traicionadas en corto, en las relaciones privadas.


     Creo que la enorme necesidad de competir agresivamente en los mercados, ha hecho indispensable el contar con un especialista en relaciones públicas que nos permita encontrar los canales adecuados para proyectar lo que somos, lo que hacemos y cómo lo haremos.


     No obstante, quiero aprovechar este espacio para llamar la atención e invitarte a un momento de reflexión.


     Si no tienes, estimado lector, los abultados presupuestos para contratar especialistas, o aún teniéndolos y queriendo realmente potencias y cuidar tu inversión en relaciones públicas, quiero aportar un sencillo y elemental precepto: “Haz lo público como si tuvieras que explicarlo en privado, y lo privado como si fuera a ser del conocimiento de todos”.


     Es tan grave la crisis de valores que estamos viviendo, que éstos están en desuso, y yo no encuentro palabras para explicar a mi hija de 8 años, los términos usados y transmitidos al aire en diversos escándalos políticos y/o empresariales, lo mismo que las ligas de Bejarano o la florida retórica del presidente Chávez.


     No pretendo hacer crítica a la política ni a los políticos, tampoco deseo pasar como ingenuo afirmando que esta “antes no pasaba”, claro que pasaba, pero no era del conocimiento público (qué bueno que ahora lo sea).


     Nuevamente me permito reiterar: actúa en lo público como si estuvieras en privado, y cuida tu conducta privada como si ésta fuera a ser abierta al público.


     El líder empresarial carismático, entregado y siempre proactivo que propina golpes y trata con apatía a sus propios hijos, el religioso que adoctrina valores mientras que abusa del monaguillo o de la viuda que emocionalmente lo “ha comprado”, son lo mismo que usted y yo, que entre café y café, criticamos, condenamos, nos burlamos y censuramos las mismas conductas casi sin darnos cuenta permitimos en nuestros círculos más cerrados.


     ¿No es denigrante exigirle a nuestros hijos puntualidad, orden disciplina en el colegio, que recojan su cuarto y hagan la tarea, que respeten a sus padres, hermanos y compañeros … al mismo tiempo que nosotros, los padre, llegamos impunemente a nuestra oficina, perdemos tiempo jugando solitario en la computadora, tenemos problemas de trabajo en equipo y actitud negativa con nuestros compañeros de oficina y cobramos un salario diariamente sin saber si, efectivamente, aportamos valor a nuestra empresa cada día?


    Las reglas deberían ser sencillas: Sea en público o en privado no hagas nada que no puedas compartir con tu pareja, con tus hijos con tus padres o con tus valores intrínsecos. No necesites el pretexto de un interés específico para llevarte bien con los demás, sonreír y tratar de ser proactivo como estilo de vida. No separes las acciones públicas de las privadas, sé íntegro primero para ti y, en consecuencia, para los demás. Entiende que, tarde o temprano, todo lo privado se hace público y que quieras o no, tu conducta y tu actitud afecta e impacta a loa demás.


     Alguna vez leí (no se bien donde) que un joven desilusionado de la sociedad en que vivía llego a la conclusión de suicidarse, de que no valía la pena seguir viviendo en una cultura sin valores, sin sensibilidad y si trato auténticamente humano, ya nadie sonríe a nadie a no ser que tenga un interés de por medio, decía.


     Así pues, antes de consumar el hecho, hizo un acuerdo con el del espejo: “Me iré caminando al lago que está al otro lado de la ciudad, y ahí me amarraré a una piedra y me tiraré al fondo, pero si alguien en el camino, una sola persona en 10 kilómetros, cualquier desconocido, me sonríe antes de llegar, abandonaré la idea y renovaré la idea de que la sociedad aún es valiosa”.


     Amigo lector: si la única persona en el camino de ese joven entre su casa y el lago hubieras sido tú … ¿estaría vivo o en el fondo del agua?
     La recuperación de nuestros valores está en el uso cotidiano que tú y yo les demos …


Piensa, reflexiona… y actúa.
Fuente: 4 minutos para leer de Helios Herrera.
Por Marcela Grijalva

0 comentarios: